Violencia obstétrica: una breve mirada a las cifras en Latinoamérica y Colombia

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La innegable y dolorosa realidad de la violencia obstétrica en el mundo, y en particular en Latinoamérica y Colombia se impone y se hace escuchar cada vez más fuerte a través de las voces de mujeres y personas gestantes que hablan desde sus vivencias del maltrato, la negligencia, el abandono, la desatención, el irrespeto, la desaprobación, la excesiva medicalización y el no consentimiento de procedimientos médicos durante el parto y el nacimiento de sus bebés. 

En este artículo pretendo hacer eco de esas voces. En otros espacios y contextos hemos tenido la posibilidad de hablar y discutir ampliamente lo que podemos definir como violencia obstétrica y las prácticas que la constituyen. Hemos dejado clara nuestra posición epistemológica y política diciendo que la violencia obstétrica se trata de una forma de violencia de género que se entrecruza con varios tipos de violencias, en un escenario específico que es el de la atención institucional del parto (clínica y hospital). También, hemos escuchado y acompañado a las mujeres y personas gestantes cuyos derechos han sido vulnerados y han vivido violencia obstétrica. 

Sin embargo, ante la insistente negación y naturalización de la violencia obstétrica -en gran medida por quienes la ejercen- creemos que es importante mencionar en este artículo algunas cifras que nos permiten señalar que seguir negando la existencia de la violencia obstétrica es continuar asumiendo, desde la ostentación de un poder/saber superior, que una mujer o persona gestante no debe, no puede y no sabe decir una palabra sobre su dolor, sobre sus sentires, sobre sus vivencias, sobre sus derechos y sobre los efectos de la intervención de los otros en su cuerpo. 

Si hay un movimiento imprescindible que tendría que hacer el discurso biomédico de la atención al parto y el nacimiento es reconocer que su saber técnico/científico sobre la ginecobstetricia no autoriza ningún saber sobre la experiencia de parto de una mujer o persona gestante. De esa experiencia solo sabe dar cuenta cada mujer y persona que pare. Por tanto, no es el discurso biomédico quien designa qué es, qué no es y cómo se nombra esta experiencia.

Durante el año 2020 el colectivo de parteras de América, Matria Guardianas del Parto, llevó a cabo una encuesta sobre Violencia Obstétrica en América Latina.  La encuesta fue respondida por más de cinco mil mujeres de veinte países de Latinoamérica, entre ellas 411 mujeres en Colombia. Los resultados de esta encuesta son reveladores e inéditos, pues se trata de la primera encuesta a nivel Latinoamérica sobre Violencia Obstétrica. 

Esta encuesta revela que el 55% de las mujeres recibieron atención en hospital o clínica privada y el 34.2% en hospital o clínica pública. Por otro lado, un 78.5% de las mujeres recibieron atención por parte de un/una médico gineco-obstetra. A la pregunta “¿te has sentido incomoda, ofendida o humillada por algún comentario, pregunta o maniobra durante una consulta ginecológica o prenatal?” el 59.3% de las mujeres respondieron afirmativamente.

Esto equivale a que 6 de cada 10 mujeres se sintieron incomodas, ofendidas o humilladas durante una consulta ginecológica o prenatal. 

Por otra parte, a la pregunta sobre la dificultad de preguntar o manifestar miedos e inquietudes, el 56% de las mujeres respondieron que sí les fue difícil o imposible. Además, un 38% experimentó amenazas, insultos o coerción por parte del personal sanitario y un 49% de las mujeres experimentó en algún momento sentimiento de infantilización, uso de sobrenombres o diminutivos. Al 54,6% de las mujeres les negaron la ingesta de alimentos y bebidas durante el parto, la cesárea o el aborto. 

El 50.7% de las mujeres manifestó que sintió que se cambió el transcurso natural del parto por conveniencia del personal sanitario. Un 40% de las mujeres manifestó que recibió uno o varios procedimientos sin haber otorgado el consentimiento o haber recibido explicación de la necesidad de estos. Al 46% de las mujeres les realizaron episiotomía. Con respecto al acompañamiento durante el parto, la cesárea o el aborto, Matria encontró que al 41.7% de las mujeres les fue negado este derecho. Además de lo anterior, el 47.7% de las mujeres señalaron que la experiencia de atención en el parto las hizo sentir vulnerable, culpable o insegura. El 52% señaló que tuvo secuelas psicológicas o emocionales tras el parto, cesárea o aborto. Finalmente, el 51.6% de las mujeres tuvo un parto por cesárea. 

Estas cifras son solo algunos de los resultados que he elegido evidenciar aquí debido a que se constituyen en una evidencia significativa de la sistematicidad de prácticas médicas deliberadas que violan los derechos humanos, sexuales, reproductivos de las mujeres y personas gestantes, y que van en contravía de la amplia y conocida evidencia científica, de las recomendaciones de la OMS, entre otras comunidades científicas y en contravía de una perspectiva humana y digna de atención en salud. 

La cifra encontrada por Matria para el caso de partos por cesárea supera por mucho la cifra recomendada por la OMS que estima que no debería superarse la cifra del 15% de partos por cesárea. En Colombia la tasa de cesáreas registrada hasta el año 2016 fue de 45.9% (The Lancet, 2018). Ante estas cifras, me pregunto por el impacto que la pandemia puede haber tenido en el incremento de cesáreas y procedimientos médicos no consentidos e innecesarios para mujeres, personas gestantes y bebés. Recientemente el Instituto Nacional de Salud publicó que las cifras de muertes maternas durante el año 2020 aumentaron considerablemente con respecto al año 2019. Aunque esta cifra no puede ser leída de manera aislada, es una alerta inminente para el Sistema de Salud, para la salud pública y para el personal de salud. No debemos olvidar datos importantes como el publicado en la Guía Perinatal de Chile (2015) en el que se concluye que la morbimortalidad materna asociada a la cesárea sigue siendo tres veces superior a la de un parto vaginal. Me pregunto si lamentablemente en Colombia, para la tención materno perinatal se aplica justamente la lógica que más daño genera: “mucho muy pronto, poco muy tarde”. 

[1] Psicóloga especialista en clínica y salud mental perinatal. Diplomada en Psicoterapia en Violencia Obstétrica del OVO Chile. Activista del MNSSR. 

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