Historia de dos partos (Parte I)

Relato: Daniela Espindola

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Puedo decir con toda seguridad que he vivido dos extremos muy diferentes en mis experiencias de parto. 

Con mi hija, en el 2018, fui víctima de violencia obstétrica pero no fui consciente de ello hasta después de la experiencia. 

Fui inducida a las 39 semanas sin ninguna necesidad, pero confié ciegamente en que el doctor tenía razón cuando dijo que mi bebe estaba “lista” y que además la veía pequeña y que le preocupaba que fuera RCIU (restricción de crecimiento intrauterino). La ingenuidad y la inexperiencia, la emoción de conocer a mi hija, y la poca información, me impidieron cuestionar mas, y me falto sentido común para saber que cuando un bebe esta listo para nacer, en la gran mayoría de los casos, simplemente nace. 

Llegue en ayunas a las 6 am como estaba citada, a las 7 am ya me tenían con pitocin, inmovilizada, conectada a mil cosas, y me habían roto fuente sin consultarme, sin explicarme, y de hecho sin siquiera saludarme. Fue muy doloroso y me sentí completamente violentada. Era un espacio no muy privado, separado solo por una cortina, bastante pequeño, frío, y con luces ultra brillantes. Vale la pena mencionar que fue en una de las clínicas más prestigiosas de Bogotá y con una eminencia de médico.

 Cada 15 minutos me ofrecían la epidural, aunque estaba apenas empezando el trabajo de parto y aun no había dilatación alguna. Cada vez que la negaba, me subían la dosis de pitocin, casi que como castigo, por que “si no pide la epidural es que todavía no le esta doliendo como debe doler”.

Esto duro 13 horas, en las que nunca me pude levantar, no recibí un sorbo de agua, ni pude probar comida alguna. Después de este tiempo empezó a haber sufrimiento fetal, y yo solo iba como en 5cm de dilatación (y como no iba a haber sufrimiento? Como iba mi cuerpo a dilatar en esas condiciones?). Me dijeron que debía ponerme la epidural por que la bebe estaba sufriendo demasiado. Sin cuestionar esa lógica accedí inmediatamente, y a los 15 minutos de tener la anestesia, el médico entro (segunda vez que lo vi en todo el día) a anunciar que “Danielita vamos a operar”. Sin revisar cómo iba la dilatación ni si había cambiado el estado de bebe. Dijo que estaba “muy alta esa barriga” y que había muy poca dilatación. 

Agotada, a duras penas pudiendo hablar, accedí. Solo le dije que la epidural no me había hecho efecto por si esa era la misma anestesia de la cirugía. El dijo que lo resolvería en el quirófano. La cesárea comenzó, y efectivamente la anestesia no había funcionado bien, por lo cual sentí el corte. Pegue un grito, la sala se lleno de personas, me drogaron muchísimo, y a duras penas recuerdo el momento en el que nace mi hija. Vi un bebe borroso en la distancia, que se llevaron y nunca pusieron sobre mi pecho si no hasta horas después. Recuerdo que me dijo “ay Danielita, no era tan pequeña!”. Recuerdo como decían que estaba perdiendo mucha sangre, que el útero no se contraía y no recuerdo más. 

Desperté absolutamente congelada, temblando y descompensada con dos o tres enfermeras encima haciéndome presión en la barriga en la sala de recuperación. Les rogue que me dieran a mi hija y se rieron de mi por que estaba muy drogada. “Mamita, estas demasiado inestable para que te demos a la bebe”. 

Cuando por fin me la llevaron para que tomara pecho, ya le habían dado varias onzas de formula. Solo estuvo conmigo por un par de minutos antes de que se la llevaran de nuevo. Estuve sola por unas 4 horas antes de que por fin me pasaran a una habitación con mi esposo y mi hija.

En mi cita postparto, el médico no me atendió por más de 5 minutos por reloj. Me sacó los puntos y me dijo “en 6 semanas, tu vida normal.” 

Eso fue todo el cuidado postparto que recibí. Todas las instrucciones que me fueron dadas. Pero no fue así. Tuve una recuperación increíblemente dolorosa. 6 meses después aun me dolía la incisión. Desarrolle adherencias muy agresivas y desde entonces ovular por mi ovario derecho se volvió doloroso. Pero lo peor de todo fue la depresión postparto como resultado de la falta de protección e intencionalidad por establecer un vinculo con mi hija en el momento del parto. 

Sabía racionalmente que era mi hija, pero me costaba creerlo; me sentía completamente desconectada de ella. Me tomó tiempo, dinero, intencionalidad, fisioterapia, y consejería espiritual para poder salir del estancamiento en el que quedé después de ese primer parto. 

Hoy en día no entiendo como un médico que es una eminencia a quien le debe importar por encima de todo el bienestar de mamá y bebé, cita a inducción a una mujer primeriza, con un embarazo sano que perfectamente podría esperar a que se de espontáneamente, que esta a duras penas a termino, que además está en cero de dilatación y con la barriga alta. Tampoco entiendo como me rompió fuente en esas condiciones, ya que el riesgo de prolapso de cordón umbilical es más alto, y una indicación real de cesárea. 

Yo seguramente pude haber llegado a la semana 41 de embarazo, la bebe no mostraba ninguna señal de estar lista en la semana 39. Aunque eso seguramente no hubiera sido muy conveniente ya que eso hubiera sido bastante cercano a semana santa. Me pregunto si esa es la razón por la cual éramos mas de 10 mujeres citadas a inducción esa mañana (de las cuales casi todas terminamos en cesárea). 

 Mi hija peso 3102 gramos. Cualquier médico sabe que no hay manera de una ecografía te de un desfase tan grande como para que una bebe de ese peso aparezca como una bebe con restricción de crecimiento intrauterino. El doctor tuvo el coraje de decirme que igual menos mal había nacido por cesárea porque tenía una circular del cordón umbilical (algo que es normal, común, y no es una indicación de cesárea).

Después de ese primer parto, llevé mi historial clínico a 3 ginecobstetras diferentes que todos confirmaron que mi experiencia había sido violencia obstétrica. Quede embarazada por segunda vez, y en un control a los casi 3 meses de gestación, me dijeron que ya no había latido (tengo razón para creer que esta pérdida fue el resultado de secuelas de la cesárea innecesaria que viví). Me dieron medicina para inducir el aborto, pero una vez en casa decidí darle la oportunidad a mi cuerpo de que el solo hiciera su trabajo.

A la mañana siguiente sin necesidad de ninguna intervención inició el proceso, y esa misma noche recibimos el pequeño cuerpito de nuestro bebe en casa, solo mi esposo y yo mientras nuestra hija dormía. Fue una experiencia dolorosa, pero hermosa, sanadora y empoderadora. Sentí que parí, que mi cuerpo no estaba roto, y que sabía lo que hacía. Apenas terminó el proceso, pude entrar a mi cama, junto a mi esposo, y sentirme reconfortada por el calor y el amor de mi hogar.

En ese momento supe que quería que mi próximo parto fuera en casa.

Estudiamos, nos informamos, hicimos cursos, y nos dimos cuenta que un parto vaginal después de cesárea no solo era posible, sino recomendable en la mayoría de los casos, y que no había ningún motivo por el cual no pudiera ser en casa si era un embarazo sano. Al mes de perder nuestro bebe, quede embarazada por tercera vez.

Contactamos a una doula y un partera, y así comenzó una historia muy diferente a la primera..

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